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Al primer año de mi vida aprendí que si llorás lo suficiente chupas una teta.
A los dos, que si mordés demasiado la teta, te la sacan.
A los tres, que ya no era más el bebe de la casa.
A los cuatro, que las cajas no son mas lindas que los juguetes.
A los cinco, que era difícil engañar a mi mamá.
A los seis, que 2+2=4.
A los siete, que había gente más inteligente que yo.
A los ocho, que era un pésimo actor ya que en la obra escolar hacia de árbol.
A los nueve, que era un pésimo jugador de fútbol.
A los diez, que atrás del salón de actos era un escondite perfecto.
A los once, que estaba enamorado de mi maestra
A los doce, que estaba enamorado de mi compañera.
A los trece, a satisfacer mis necesidades en forma manual.
A los catorce, que no te salen pelos en la mano.
A los quince, que era imposible engañar a mi papá.
A los dieciséis, que me gustaba fumar.
A los diecisiete, que no entendía a las mujeres.
A los dieciocho, que el secundario había sido una verdadera pesadilla.
A los diecinueve, que las mentiras piadosas son muy importantes.
A los veinte, que es difícil engañar a tu jefe.
A los veintiuno, que es mejor dejar las cosas para mañana.
A los veintidós, que no conviene discutir a los gritos.
A los veintitrés, que a veces sí conviene discutir a los gritos.
A los veinticuatro, que no tenía idea de casi nada.
A los veinticinco, que lo que aprendiste en la universidad no resuelve tus problemas laborales.
A los veintiséis, que hay lugares en las que uno tiene que aparentar seriedad.
A los veintisiete, que después de un sábado de joda no me iba a recuperar el domingo.
A los veintiocho, que por fin me había enamorado.

A los veintinueve, que ella siempre tenía razón.

A los treinta, que no me tenía que deprimir por la edad.

A los treinta y uno, que a veces es mucho mejor callar.

A los treinta y dos, que tenía que dejar de fumar.

A los treinta y tres espero aprender a dar clases como corresponde.